Sábado, 16 de noviembre
de 2013
El pasado
sábado fue el 80 cumpleaños de mi madre.
Lo
celebramos en casa de mi hermano Ignacio, con asistencia de todos los hermanos
cuñados, cónyuges y primos.
Así mi
madre estuvo acompañada de hijos, hijos políticos y nietos.
Lamentablemente,
los comestibles no pudieron asistir por coincidir el evento con otra onomástica
a celebrar en un entorno de pistolas láser, más divertido que el rollo de
sus padres y tíos.
Aprovecho
una vez más para hablar de mis mejoras.
Resulta
que Ignacio habita en un inmueble antiguo sin ascensor.
La
primera vez que estuve en su casa después del accidente me subió y bajó a
cuello a su casa y eso que peso 90 kilos. Y alguien se ocupó de subir mi silla
de ruedas.
Esta vez,
en cambio, fui sin silla de ruedas. Me vino a buscar mi hermano Manuel y, como
llovía, paramos un taxi.
La silla
de ruedas autopropulsada no era una buena idea porque en el portal de casa de
Ignacio no hay donde dejarla y pesa demasiado para subirla por las escaleras.
Quedaba
el problema de mi ascenso y esa es la mejora que quería comentar.
Sucede
que en la escalera hay una barandilla pero, al subir, queda a la izquierda por
lo que no puedo utilizarla.
Así que,
en la subida, Ignacio iba por delante de mí haciéndome de barandilla mientras
Manuel iba por detrás, dándome seguridad por si perdía el equilibrio, cosa que
no sucedió.
A la bajada se invirtieron los papeles
utilizando yo solito la barandilla que ya me quedaba a la derecha y, por tanto,
accesible.