No.
Aunque no lo descarto, de momento
no he decidido vender publicidad desde este blog.
Por otro lado, potenciales
clientes de este tipo de turismo difícilmente pasarían por esta página y aún en
el caso de hacerlo, considerarían irrelevante mi encarte publicitario.
Además, ningún aficionado al
esquí del mundo necesita que le canten las excelencias de este país alpino para
la práctica del deporte blanco.
Todo el mundo ya sabe lo
maravilloso que resulta la práctica del esquí en Suiza, de modo que nada puedo
añadir al respecto que no sea del dominio público.
Tampoco voy a explicar que yo ya
esté en condiciones de practicar el fantástico deporte del ski.
Ya me gustaría!
Pues aunque me mantenga en pie y
pueda disponer de una mano para sujetar uno de los bastones, todavía necesito
trabajar el equilibrio.
No. Claro que no!
Quien se ha ido a esquiar a Suiza
es Carolina.
Tampoco tenía yo un excepcional
nivel de esquí y, del mismo modo que he tenido que volver a aprender a caminar,
supongo que tendré que aprender a esquiar como si nunca antes lo hubiera hecho. La única diferencia
respecto a un novato total será que ya estoy acostumbrado a ver las pendientes
desde arriba y ya he perdido el miedo.
Ya comenté en otra ocasión mi
afición por lo alemán que me llevó a escolarizar a los comestibles en un
colegio donde la lengua vehicular es el alemán.
No sólo fue mi germanofilia sino
también el ejemplo que nos dan los próceres de la Patria que, cuanto más
soberanistas, más llevan a sus hijos a escuelas extranjeras.
Tenemos así al ultranacionalista
Joan Laporta que lleva sus
hijos al Liceo Francés, al igual que los socialistas Clos y Maragall (estos ya
no van, pues ya son mayores).
El ex -molt honorable President Montilla (socialista y obrero)
los lleva(ba) a la escuela pública ……. Alemana.
Tales escuelas, si bien son
delegaciones de la escuela pública de sus países de origen, para los españoles
son, a todos los efectos, escuelas privadas.
En su momento, pensé yo también
en el Colegio Alemán de Barcelona para los comestibles (pues había sido miembro
de su coral hace muchos años) pero me disuadieron algunas personas que me
hicieron notar que aquello es Alemania y, si no eres alemán, estás descolocado.
Fue así como nos decidimos por la Escuela suiza de Barcelona.
Como no podía ser de otra manera,
cuando llega la temporada, el colegio organiza una semana de ski que para los
pequeños como Santi (5º de primaria) es en La Molina pero los más creciditos
como Carolina (7ª klasse
equivalente a 1º de ESO) ya pueden viajar hasta Suiza.
Lamentablemente, ambos hermanos
han estado la correspondiente semana enfermos de gripe, de modo que Santi no ha
ido a La Molina y Carolina, aunque sí ha viajado hasta Suiza, prácticamente ha
permanecido varios días en la habitación
y es que los profesores acompañantes, con buen criterio, han juzgado inadecuado
subir a pistas a -21ºC
con 37ºC
de fiebre.
Cuando Menchu y yo nos casamos,
en lugar de comprarnos un piso como hacía todo el mundo, decidimos gastarnos el
dinero en viajes. Así era como cada año nos íbamos a esquiar una semanita a
algún lugar donde se hablara alemán. Esto es: Austria o Suiza. Además, como no
disponíamos de coche propio, nos veíamos obligados a viajar en avión y, puestos
a volar, da igual un destino que otro.
Allí conocimos la idílica estampa
de familias de cuatro personas (papá, mamá, nene, nena) esquiando todos juntos
y decidimos que de grandes también queríamos ser así.
Entonces reventó la primera
burbuja inmobiliaria (la de los 80’s) y, antes de que se inflara la segunda, decidimos
comprar piso. El primer año, tuvimos que bajar el nivel y nos limitamos a
esquiar en los Alpes franceses aunque no se hablara alemán.
Después de la hipoteca, llegaron
los comestibles y se impuso la realidad así que lo de esquiar todos juntos tuvimos
que limitarlo al Pirineo catalán (Port Ainé).
Es el esquí lo que más hecho de
menos en mi actual situación.
Por razones económicas, no creo
que llegáramos a volver a los Alpes suizos o austríacos, ni siquiera franceses.
Sin embargo, la limitación real está
en mi condición física. No puedo subir a una montaña sin ser siquiera capaz de
aguantarme en pie o, si me caigo, ser capaz de levantarme yo sólo.
También tengo dificultades para
arreglarme la ropa de abrigo o ponerme un gorro en la cabeza o unas gafas de
tormenta en la cara.
En algunos lugares existe la
posibilidad de esquiar con material imperativo para personas que no pueden
prescindir de la silla de ruedas (esquí adaptado) pero esa posibilidad ni la considero. Yo puedo
ponerme en pie y no quiero renunciar a ello.
Cuando he comentado con mis
fisios lo de volver a esquiar me miran con cara de “este tío delira, aún no ha
aprendido a caminar y ya quiere calzarse unos esquís”.
Aunque es obvio que mantener el
equilibrio mientras se desciende una pendiente sobre unas tablas no es trivial, lo que
también es cierto es que la rigidez de una bota de plástico ahorra la necesidad
de una férula anti-equina
en el pie como llevo ahora.
Además, yo camino con bastón, al
igual que cuando se esquía y los bastones de esquí van sujetos a las manos por
una cuerda para no perderlos.
Sin embargo, no se puede esquiar
dejando uno de los bastones colgando de la mano sin ningún tipo de control.
Henos aquí en otros tiempos en que podíamos permitirnos ir hasta Suiza a esquiar y aprovechar sin problema los muchos servicios que ese país ofrece para la práctica de este deporte.
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Menchu y yo en Zermatt(Suiza) (enero de 1992) |
Ahora Carolina ya ha regresado y encantada de la experiencia. Por lo visto se desenvolvía bastante bien esquiando y hasta le llegaron a preguntar si es que iba cada año, pues así parecía indicarlo su nivel. Lo cierto es que siempre he apreciado en Carolina un buen sentido del equilibrio aunque le falta fuerza por estar demasiado delgada.