lunes, 18 de enero de 2016

Y si caigo, qué es la vida?

Por perdida ya la di
cuando estando descerebrado
no se cómo sobreviví

(Parafraseado de la canción del pirata(José de Espronceda):

Y si caigo,
¿qué es la vida?
Por perdida
ya la di
cuando el yugo
del esclavo
como un bravo sacudí.




Literariamente el verbo caer suele utilizarse como ser baja en el campo de batalla.
No obstante, yo vengo aquí a utilizarlo en sentido puramente físico: El hecho de caerse al suelo.
Cuando aprendemos a caminar en nuestra primera infancia, las caídas son habituales, si bien la naturaleza nos ha creado de forma que tales caídas no pasen de un susto momentáneo sin más consecuencias en la mayoría de ocasiones.
Dicen los antropólogos que el cerebro humano comenzó a desarrollarse ampliamente en el momento que fuimos capaces de alzarnos en bipedestación sobre nuestras extremidades inferiores liberando así las superiores para desarrollar herramientas que nos facilitaban la vida.
Otros animales capaces de desplazarse también en bipedestación - como los osos- no desarrollaron tales habilidades acaso porque su enorme fuerza y velocidad se lo hizo innecesario.
También su gruesa piel les protegió del frío y su capacidad de digerir cualquier alimento les evitó la necesidad de dominar el fuego.
Sin embargo, cuando aprendes a caminar pasados los 50 años, has duplicado tu estatura, triplicado ( o más ) tu peso y reducido en un 90% tu agilidad/elasticidad por lo que las caídas pueden tener consecuencias más notables.
Es por eso que los lesionados cerebrales debemos ir con mucho cuidado en nuestro proceso de reaprendizaje a caminar.
Me he caído tres o cuatro veces - todas sin consecuencias- desde que estoy en este menester siendo los motivos de tales caídas de lo más variado.
Santi me tiene dicho que , cuando caigo, lo hago a cámara lenta.
Mientras no me golpee la cabeza al caer, el principal problema de una caída es la imposibilidad de volver a levantarme sin ayuda.
Cuando estoy sólo en casa soy consciente de que, caso de caerme, permaneceré en el suelo hasta que llegue alguien lo suficientemente fuerte para socorrerme.
Aún así, una vez que me caí estando sólo con Santi en casa, conseguí arrastrarme hasta la cama y con su ayuda me subí a la misma, desde donde ya pude incorporarme.
Mi última caída se produjo el pasado viernes 23 de enero al salir de terapia. Pero cuando aún me encontraba dentro del Centro Collserola.
Supongo que una intensa sesión de terapia después de unos días fuera de combate me afectaron más de lo predecible.
En cuestión de segundos me vi rodeado de personal administrativo, enfermeras e incluso terapeutas que, alertados por mi caída, bajaron de la UEN para interesarse por mi estado.
No tuve la sensación de hacerme ningún daño, si bien un técnico de mantenimiento que pasaba por allí aseguró que me había golpeado la cabeza contra el suelo.
Como comenté en otra ocasión, el hecho de que desarrollo cerebral y habilidad manual estén tan relacionados, provoca que necesitemos muchas más neuronas para controlar las extremidades superiores que las inferiores.
La bipedestación junto con nuestras necesidades de supervivencia nos llevaron a desarrollar el cerebro


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