miércoles, 19 de mayo de 2021

American Beauty


La película titulada como esta entrada nos presenta algunos aspectos de la vida como por ejemplo lo que un neurólogo me definió como el síndrome del viejo verde.

Los hombres llegamos a una edad en la que tomamos consciencia de nuestra falta de atractivo físico y volvemos a comportarnos como adolescentes que pretenden resultar atractivos a las jovencitas.

Al contrario que la demencia senil  de la que hablaba el otro día, supongo que la fase de viejo verde no es inevitable ya que conozco unos cuantos caballeros bastante más mayores que yo y de los que, de ninguna manera, puede decirse que se comporten como viejos verdes.

 En mi caso, aunque aún no bastante viejo (58), lo de verde sí que se me ha manifestado y, dada la desinhibición que el dca provoca, mi comportamiento es, en demasiadas ocasiones, improcedente.

Tanto es así que los nenes me tienen prohibido hablar con sus compañeras de colegio o amigas, para evitar soltar algún comentario grosero, soez o chabacano.

En la película, la chica se queja de que su pade no sabe comportarse adecuadamente cuando una amiga suya viene de visita.

El hombre decide ponerse en forma para reducir barriga y aumentar musculatura con la esperanza de resultar atractivo a las amigas adolescentes de su hija. Eso es algo que yo no hago y, si voy al gimnasio cada día, es únicamente para mi rehabilitación física.Y es que nunca fui atractivo físicamente (hasta Menchu me lo dice) así que no puedo pretender serlo ahora,  con casi 60 años y tullido. Sería patético, como en la película.

Según me han contado, cuando en el hospital desperté del coma y comencé a tener algo de movilidad, se me iban las manos a las partes femeninas de las jóvenes y atractivas enfermeras. Alertada por el equipo sanitario, Menchu tuvo que intervenir para devolverme a un comportamiento civilizado.

Otra de las anécdotas de la película es el mantra de que cada día podemos decir aquello de "Hoy es el primer día del resto de mi vida. Todos los días menos uno: El último.

Ciertamente, el 29 de junio de 2009 fue el primer día del resto de mi vida. Pudo ser el último, pero el personal sanitario se las arreglo para que sólo fuera el primero.

No es infrecuente encontrar compañeros que celebren el día de su accidente a modo de cumpleaños.

Cualquiera de mis compañeros de terapia debe poder decir lo mismo respecto el día de su accidente y, ciertamente. todos opinan que ese día su vida quedó dividida en dos. En algunos casos,afortunadamente pocos, el trauma provocado por el accidente ha sido excesivo como para poder superarlo. Recuerdo en particular un compañero que se hallaba en vías de ser contratado como futbolista profesional cuando fue atropellado por un coche en plena acera.

Al accidente que truncó la carrera deportiva que esperaba seguir se sumó el hecho  de que la causa había sido debida a un tercero  que había actuado de forma temeraria.

Otro compañero me llegó a decir: Si me encuentro con el tío que me hizo esto, lo mato. Y es que en su accidente, además, perdió la vida su novia.

Al menos eso no pasa en los ictus: No puedes culpar a nadie de lo que te ha sucedido.

Sin embargo, la mayoría, aunque se encuentren en un estado a mis ojos  insuperable, llevan bastante bien su nueva situación.

No me consta en nadie comportamiento de viejo verde, al menos no más allá del natural coqueteo con las atractivas terapeutas.

Seguramente, con la ley de violencia de género - redactada por los becarios del legislativo- podríamos ir todos a la cárcel. Sólo podríamos evitarlo declarándonos todos transexuales pues la ley trans también ha sido redactada por los becarios. Supongo que la han copiado de la ley TRANS inglesa, donde recientemente un violador encarcelado se declaró mujer y exigió ser trasladado a una prisión femenina. Una vez allí abusó sexualmente de algunas internas.

Los sueños eróticos del protagonista de American Beauty fueron parodiados por el león Alex en Madagascar




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