sábado, 28 de septiembre de 2013

Luchar contra la enfermedad


 
Vaya por delante que no soy nadie para dar lecciones de esfuerzo, trabajo, sufrimiento y sacrificio.
Sin embargo, constantemente recibo felicitaciones por mis mejoras de salud y movilidad como si fuera mérito mío.
Me celebran, incluso, el simple hecho de estar vivo como si eso fuera gracias a mi esfuerzo y tesón.
Honestamente, no tengo consciencia de haber hecho nada para sobrevivir.  Los únicos dolores de los que tengo constancia son los estiramientos musculares de las sesiones de fisioterapia y reconozco no haberme comportado valientemente, soportando el dolor y aguantando  sin más. Más bien me quejaba constantemente dificultando el trabajo de los fisioterapeutas y los únicos esfuerzos que creo haber realizado son los derivados de las terapias.
De las múltiples infecciones que pillé durante mi estancia en la UCI no las recuerdo para nada aunque imagino que llegué a tener fiebre muy elevada. Calculo que esas etapas febriles me las pasé durmiendo al igual que las intervenciones quirúrgicas a las que sometieron mi cerebro.
Sí soy consciente de haber tenido la tentación de arrojar la toalla y dejar de comer para acabar de una vez con el proceso.
Creo que ya he comentado en alguna otra ocasión que el Amor percibido de las personas que me quieren fue lo que me disuadió de rendirme.
Debo confesar que alguna vez que ha caído en  mis manos una caja de somníferos he sentido la tentación de tomarme toda la caja pero siempre he pensado que el sufrimiento que han padecido las personas que me quieren no merecía ese pago.
Realmente, cuando se está fastidiado, no es contra la enfermedad  contra lo que se lucha sino contra uno mismo y la pereza que provoca un proceso tan largo.
Me recuerda al montañismo: No luchas contra la montaña, la cual ignora tu existencia (es una piedra sin ningún tipo de consciencia), sino que luchas contra tus ganas de detenerte, dar media vuelta y comenzar a bajar.
El ver cómo voy mejorando  el apoyo que recibo de tantas personas, muchas de las cuales ni siquiera me conocen (por ejemplo, lectores de este blog) es lo que me ayuda a seguir adelante.
Además, los comestibles necesitan un padre para crecer felices. Y ellos también han sufrido mucho pensando que se quedaban sin padre.
Reflexionando el otro día, llegué a la conclusión de que, en el fondo, soy un afortunado por lo que me ha sucedido pues me ha permitido aprender muchas cosas que de otro modo moriría ignorándolas.
Por otro lado, me ha sucedido a una edad lo suficientemente avanzada para haber realizado la mayor parte de las cosas que quería hacer en la vida pero lo suficientemente joven para albergar esperanzas de rehabilitación.
Más de un compañero de terapia he tenido que me ha dicho: Tú sí que te recuperarás porque eres joven. Yo en cambio, con la edad que tengo poco puedo esperar
También es verdad que pude haberme quedado con unas secuelas mucho peores de las que me han quedado.
La encefalitis que sufrí pudo haberme llevado a la muerte o parálisis cerebral.
En el segundo caso mi vida se habría quedado reducida a una simple existencia vegetativa sin siquiera consciencia de mi situación. En el primero, lo único que se podría haber hecho habría sido donar mis órganos para transplante.
Pero, aunque sin intervención mía,  no sucedió ni lo uno ni lo otro y aquí estoy sentado frente a mi ordenador y escribiendo estas líneas para que otros que han pasado por lo mismo o parecido tengan esperanza de salir adelante.
No me atrevería, no obstante, a regresar a mis antiguas clases de Cálculo para ingenieros en la Universidad.
Siempre fui muy despistado y con frecuencia cometía errores del tipo 2+2=2.
Errores que mis propios alumnos se apresuraban a corregirme y yo respondía: Gracias.
Creo que ahora mi frecuencia de errores se vería fuertemente incrementada. Tanto, que pienso que mis clases resultarían de ínfima calidad, inaceptables para una universidad de prestigio como la UPC. Además, el hecho de no caminar de forma correcta me  fatiga más de lo normal y me provoca la necesidad de sentarme constantemente.
Recuerdo que una enfermera de la Guttmann me planteó un problema de trigonometría que no fui capaz de resolver. Luego recordé que ese mismo problema me lo había planteado yo mismo en mi época de profesor con idéntico resultado. De modo que no estaba peor que antes. A  lo sumo igual.
Al subir una montaña, lo que te pide el cuerpo es:dejar de subir. dar media vuelta y comenzar a bajar. No luchas contra la montaña sino contra ti mismo

4 comentarios:

  1. HOLA SANTI.- YO POCO PUEDO AÑADIR A TU COMENTARIO, NO OBSTANTE SI QUIERO DECIRTE LO SIGUIENTE: CON TU CLARA INTELIGENCIA PARECE UNA BROMA DE MAL GUSTO QUE PENSARAS EL TOMARTE UNA CAJA DE SOMNIFEROS, DEBIAS DE PENSAR EN TU ESPOSA, HIJOS Y ALGUIEN MAS.
    NO ESTOY DE ACUERDO EN QUE TU NO PUSIERAS NADA DE TU PARTE, PUES NO CREO QUE ESA FUERZA DE VOLUNTAD -QUE TE HE DICHO MUCHAS VECES- SEA UNA CASUALIDAD.
    HE ESTADO EN UN BALNEARIO, PERO ANTES DE IRME TE PUSE UNOS NUEVOS CHISTES EN MI BLOG.
    DISCULPA MI BREVE INTERVENCION Y TE SALUDO MUY CORDIALMENTE.
    Manel

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  2. Gracias Manel por tu comentario.
    Ciertamente, la familia es la razón más importante para seguir adelante, lo cual no quita que a veces uno sienta la tentación de arrojar la toalla. Me reí mucho con alguno de los chistes que publicaste pero no estuve inspirado para comentarte.
    Hoy me toca trace y aquí estoy respondiendo a tu comentario.
    Un abrazo.
    Santi

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  3. Hola Santi, pienso que tienes razón en todo lo que escribes,me ha gustado mucho.
    Toni

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    1. Gracias Toni por tu comentario. Me alegro que me digas eso que me dices porque Mario se queja de que hago las entradas demasiado largas. Me alegro de que, aunque sea larga, resulte interesante.
      Un abrazo.
      Santi

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