No sé si por las cosas que digo o por las que hago
(preferiría lo segundo) me preguntan si
soy creyente.
Cuando respondo que sí, me dicen que se sorprenden de que un
astrofísico pueda ser creyente, cosa a la que no veo sentido, pues hay por todo
el Mundo científicos tanto creyentes como ateos.
Aprovecho para censurar el caso del famoso cosmólogo Stephen
Hawking cuya actitud me parece a mí más bien de resentimiento: No puede existir
un Dios infinitamente bueno que permita que él – que es la Hostia, y además es
inglés- lleve una existencia física tan miserable.
Yo en cambio pienso exactamente al revés. Sí tiene que
existir un Dios que ha permitido que yo- que nunca he hecho nada por nadie-
haya superado un ictus y sus múltiples complicaciones y hasta esté en camino de
volver a ser como antes.
Si hay alguien que conozca la respuesta nos explicará por
qué los humanos, cuando se nos presenta delante un gran obstáculo que debemos superar, miramos al cielo como
pidiendo ayuda a quien quiera que esté allí escuchándonos con la esperanza de
que realmente así sea.
Superado el obstáculo unos momentos después, volvemos a mirar
al cielo para dar las gracias a quien sea que nos haya escuchado y ayudado.
Esto es particularmente vistoso en pruebas deportivas como
chutar un penalti en un partido de fútbol o una carrera de velocidad en la que
vemos al deportista actuar de esta manera.
Obviamente, ante una situación de gravedad extrema como fue
mi caso, mis seres queridos echaron mano de toda su Fe para que yo no los
abandonara.
Aunque yo sea creyente, como no me enteraba de nada, nada
hice al respecto.
En particular, de quien tengo constancia de su actuación es
de mi tía Videlina, que vive en Clermont Ferrand (Francia).
Según me han contado, llegó incluso a peregrinar a San Damiano (Italia) en un autocar de
franceses y me trajo agua del lugar para que me fuera haciendo friegas en mis
paralizados músculos con la esperanza de que se obrara algún tipo de milagro.
No puedo saber si eso tuvo algo que ver pero me han asegurado
que mi mejoría comenzó por esa época en que me trajo el agua.
Cuando ya estaba en la Guttmann siguió viniendo a visitarme
con todo tipo de artilugios y ungüentos presuntamente milagrosos, como por
ejemplo unos aceites de no sé qué convento de monjitas de Clermont- Ferrand.
Rayando en la superstición, recuerdo que me untó con aceite
toda la mano izquierda justo antes de una terapia que me dejó pringoso para
toda la sesión. La fisioterapeuta que me movilizó la mano se quedó sorprendida de mi mano pringosa y me
dijo (en catalán suena más divertido): En comptes d’amanir l’amanida, t’has amanit la mà) (en lugar de aliñar la
ensalada, te has aliñado la mano).También me trajo una medalla milagrosa de santa Catalina Laboure. Medalla que ya me resulta familiar por ser la patrona de mi parroquia en el Eixample de
Barcelona.
.
Mi tía Videlina quería llevarme a Lourdes en peregrinación y
yo ya había quedado con mis fisios de la u.e.n. que si iba a Lourdes y volvía
moviendo la mano izquierda, ellos testificarían que se trataba de un milagro.
Lamentablemente, quien se puso enfermo de verdad fue su marido y padre de mis
queridos primos Tony y Marc, quien falleció hace unas pocas semanas. De modo
que no hubo peregrinación a Lourdes y mi mano y brazo izquierdos siguen fuera
de mi control.
Me consta que algunos compañeros de trace mucho más
afectados que yo han peregrinado a Lourdes pero ignoro con qué resultados.
Tuve otras visitas de aire religioso como por ejemplo la del
sacerdote que celebró nuestra boda: El Padre Francisco J. Pesquera de los
padres franciscanos menores conventuales.
También mi buen amigo Marc A. me trajo agua de Lourdes,
lugar que visitó mientras yo estaba en la Guttmann.
Se da la circunstancia que Francisco fue intervenido de una
afectación grave hace unos años y fui a visitarlo al Hospital de Barcelona.
Cuando vino a verme al Clínic,
mi preocupación fue si yo había sido tan amable con él como él lo fue conmigo.
Con cierta frecuencia, las yayitas de mi club de fans de la
piscina me dicen que rezarán por mí, cosa que les agradezco.
En resumen. Si el lector se ha visto afectado por un ictus,
póngase en las manos de los mejores facultativos que encuentre pero no deseche
la vía mística que –lo que sí es seguro-
no le perjudicará.
Medalla milagrosa |
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