Pero no hoy.
Hoy vengo a celebrar exactamente eso. Los 25 años que llevamos casados Menchu y yo.
Cada 13 de octubre desde que empecé el blog hago una mención a esta efemérides. Hoy más.
La verdad que la convivencia con Menchu es extraordinariamente fácil.
No creo que sea una proeza llegar a los 25 años de matrimonio, mucha gente lo consigue aunque cada vez con menor frecuencia.
A veces pienso que Menchu y yo nos hemos equivocado de milenio: Papá, Mamá, nene y nena, además de perra y coche familiar con piso en el ensanche barcelonés contradice las últimas tendencias en formas de convivencia que se han ido aceptando en nuestra sociedad durante este último cuarto de siglo.
Supongo que la gente nos ve como a los Amish en USA que viven según costumbres del siglo XVII.
A veces dudo entre si somos antisistema o el sistema es antinosotros.
Si tuviera pelo suficiente, debería adoptar estética rasta para integrarme socialmente pero con lo poco que me queda sólo puedo aspirar a la estética Mr Proper de Romeva.
Como bien saben todos nuestros amigos y familiares, Menchu es encantadora, guapa, inteligente, buena madre,mejor esposa. Yo siempre le digo que es la aspiración de todo hombre.
Con el estereotipo de promiscuidad que tenía de los médicos, me prometí que nunca me casaría con una facultativa. Y realmente así fue, pues cuando nos casamos sólo era estudiante.
También me fastidiaba mucho de los galenos su corporativismo.
Sin embargo, circunstancias personales de los últimos años me han hecho valorar esa actitud pues yo he sido el principal beneficiado.
Cuando sufrí un accidente vascular cerebral (AVC) el 29 de junio de 2009, los neurólogos no daban un euro por mí. Ellos mismos me confesaron que si se esforzaron en salvar mi vida fue por ser marido de médico.
E estos días se ha hablado de un caso en Zaragoza de una niña deshauciada a la que se proponía limitarse a cuidados paliativos más no curativos.
Eso mismo habrían hecho conmigo sino hubiera sido por la insistencia de Menchu para que sus colegas no arrojaran la toalla.
La perspectiva de dedicar los escasos recursos sanitarios disponibles al cuidado de alguien con muy pocas esperanzas y que, caso de sobrevivir, lo haría como una plantita hace comprensible esta actitud del estamento médico.
Ahora que nadie deduzca que a un familiar suyo lo dejaron morir por no tener parientes médicos.
Afortunadamente, los médicos también se equivocan y aquí estoy yo contando mis aventuras y dando gracias a Menchu por haber salvado mi vida.
Así pues, si yo digo que Menchu es y ha sido mi vida, no sólo es en sentido figurado sino que mi actual existencia física también se la debo a ella.
En otro orden de cosas, soy consciente de que sin su apoyo nunca habría terminado mi tesis doctoral
En eso debo confesar que no le he correspondido de la misma manera pues no la animé suficientemente con la suya ni con el estudio de una especialidad médica vía MIR.
Con frecuencia le digo que tenía que haber dicho a sus colegas que ya habían hecho todo lo posible y que lo dejaran correr.Así a estas alturas habría rehecho su vida con otro señor ciertamente más sano que yo, con seguridad de mucha mejor posición económica ( suceso seguro) aunque probablemente también de menor nivel cultural ( altamente probable).
No puedo terminar sin recordar a los ausentes, que estuvieron acompañándonos en aquel lluvioso sábado de hace 25 años pero ya no están entre nosotros.
Si bien algunos de ellos ya era previsible entonces que ahora no estarían por su avanzada edad, varios otros se fueron prematuramente.
El primero fue Kiko Farré, desaparecido con poco más de 30 años apenas unos meses después de la boda. Ya estaba entonces enfermo y en proceso casi terminal a causa de un melanoma.
Poco después se fue Jorge Joan que tampoco había llegado a los 40. Por siempre nos quedará la duda de si su intoxicación por fármacos para el síndrome bipolar fue accidental o no.
El siguiente en abandonarnos fue en agosto de 1995 Luis, abuelo de Menchu, quien a día de hoy superaría el siglo de vida y a principios de este año, Angelines, la abuela de Menchu, que ya había cumplido los 100.
También nos dejó mi amigo AbelGarcía en otoño de 2012 el cual era de mi edad y se casó unos pocos días después que nosotros, tan pocos, que no pudimos asistir por no haber regresado aún de nuestra luna de miel
Finalmente, la última desaparecida, a principios de este verano fue mi propia madre, Clara, que, aunque había cumplido los 80, no habría esperado yo hace 25 años que hoy no pudiese estar.
Menchu y yo nos casamos un lluvioso 13 de octubre de 1990 |
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