Churrerito Plim

El título de esta entrada es el alias con el que se conocía a un compañero de terapia de trace. En concreto a Frederic al que algunos llaman Federico y yo llamo Friedriech ( en alemán).
Supongo que es inherente a la condición humana el hecho de sentir interés por aquello que se nos da bien. Y eso vale tanto para disciplinas físicas como intelectuales.
En el caso particular de las Matemáticas resulta totalmente implacable. Nunca he sabido de nadie interesado por las Matemáticas y que no se le dieran bien.
En el caso de Friedriech, al parecer, en su juventud era muy buen jugador de ping-pong o tenis de mesa.
Aunque compañero de trace, Friedriech no pertenece a la familia de los descerebrados ya que fue un infarto de miocardio y no una lesión cerebral (dca) lo que le llevó a trace.
No obstante, he conocido unos cuantos compañeros afectados po dca debido a una parada cardio-respiratoria. Y es normal que si se te para el corazón, el cerebro acuse la falta de riego convirtiéndose en algo equivalente a un AVC.
Ignoro las secuelas que arrastra pero físicas yo diría que ninguna, al menos que sea visible.
Una de las actividades que llevamos a cabo este año es la de paseos por Barcelona,
( en catalán ,Passejades per Barcelona).


Para hacerla más provechosa, los terapeutas nos encargan a nosotros que preparemos la salida conforme a las aficiones de cada uno.

Fue así como el pasado viernes, 15 de noviembre de 2019, festividad de San Alberto Magno, patrón de las Ciencias que fuimos a la sede de la Federación Catalana de Tenis de Mesa (FCTT) a jugar unas partidas de ping-pong entre nosotros.
Las personas que encontramos allí demostraba un buen nivel a pesar de que ya no eran unos jovencitos, cosa lógica, ya que un viernes a las 12h las únicas personas que están disponibles no pueden estar profesionalmente activos.
Deben estar acostumbrados a todo pues a nadie llamó la atención nuestra presencia, con varios componentes en silla de ruedas y otros con caminador.
Supongo que a estos locales acuden toda clase de públicos incluyendo personas que no estamos en las mejores condiciones físicas o mentales.
De hecho, al salir nos cruzamos con un grupo de muchachos que entraban con evidente síndrome de Down.
Yo iba relatando mi experiencia a Menchu mediante whats-up   ya que se encontraba de misión en Madrid.
Le comenté que había ganado la primera partida pero sin mérito, ya que mi rival era Eric de quien comenté hace tiempo que es ciego por lo que lo tiene difícil para devolver la pelota.
De hecho pedimos que nos dejaran una pelota sonora para él pero el ruido ambiente no permitía oír el sonido. Así que Eric tuvo que limitarse a sacar  y que fuera su compañero de equipo quien devolviera las pelotas.

También expliqué a Menchu cómo, en un momento determinado, tratando de devolver la pelota, perdí el equilibrio y me fui al suelo, saltándome las gafas pero sin consecuencias ni para mí ni para las gafasUna semana después, Menchu sigue riéndose de mi relato.
A mí me hacía particular ilusión la actividad porque mi última partida la había jugado en agosto de 1987 en la casa de verano en que nos alojamos en Alpbach (Tirol, Austria) para asistir a la escuela de verano de Astronomía Alpbach Astronomy Summer School 1987.

De ese viaje vendría mi afición por Austria. afición que traspasé a la familia y, aunque nosotros íbamos a la que Carolina llama la casita de las flores, en aquella ocasión estuve con mis compañeros de universidad en Haus Winlerkreuz, en Alpbach y no en Sölden.
Pongo la foto de grupo. En primer plano, en silla de ruedas, yo mismo.

Grupo de descerebrados de trace a la puerta de la Federación Catalana de Ping-Pong 15-11-2019